lunes, 11 de abril de 2011

ENTORNO FAMILIAR Y RELACIÓN ESCOLAR.


Durante mucho tiempo se ha considerado a la escuela como la responsable de transmitir a los niños conocimientos académicos, mientras que la familia era la encargada de la educación en valores sociales, morales y costumbristas. Las responsabilidades educativas de unos y otros estaban bien diferenciadas y definidas, de manera que ambos contextos no interferían entre sí.

Pero con la incorporación de la mujer al mercado laboral, la situación de las familias ha cambiado totalmente. En la actualidad, la falta de tiempo de los progenitores hace que la responsabilidad de educar, en todos los sentidos, haya recaído en mayor medida en manos de la escuela. Los niños pasan en los centros escolares la mayor parte de su tiempo, por lo que se espera del colegio que forme al niño en su totalidad, no sólo en conocimientos enciclopédicos y habilidades, sino también que se le inculquen buenos hábitos de alimentación, de higiene, valores éticos y normas de comportamiento social.

Sin embargo, esta responsabilidad añadida no ha sido en absoluto buscada por las instituciones educativas, que a menudo se ven desbordadas por unas tareas para las que no tienen ni la preparación, ni los medios suficientes; pero tampoco por las familias, que pretenden que la educación que se da a sus hijos sea lo más parecida posible a la que ellos mismos les darían si pudieran.  De modo que las posiciones de unos y otros se ven enfrentadas sin querer, cuando los objetivos que ambos persiguen van en la misma dirección.

Por lo tanto, la colaboración entre familia y escuela no sólo es necesaria para la consecución de esas metas –educar a los niños al tiempo que darles una formación académica--, sino que es imprescindible.

Creemos que la educación ha de ser un proceso global y continuo, de manera que la escuela debe complementar la labor de las familias, y viceversa. Si aspiramos a dar una significación al aprendizaje, lo que enseñamos en la escuela debe ser afianzado en casa, y la labor educativa de los padres también debe encontrar refuerzo en el colegio. Este es el puente de colaboración que debe tenderse entre ambos contextos educativos.

Para conseguir este clima de colaboración, es necesario, en primer lugar, crear un círculo eficaz de comunicación: profesor-padres-alumnos-profesor.  En una situación ideal, los padres deberían estar al tanto de lo que el profesor enseña, para apoyar estos conocimientos con ejemplos prácticos, lo que mejora a su vez la comunicación entre padres e hijos. Pero el profesor también tendría que hacer un gran esfuerzo por escuchar, conocer y observar a cada uno de sus alumnos, para descubrir los conocimientos y valores que adquieren en casa y extraer de ellos las bases de un aprendizaje significativo, aprovechándolos a su vez para mejorar la calidad de la enseñanza.

Desafortunadamente, no todos los niños tienen la posibilidad de abrir este canal de comunicación con las familias, pero los maestros tenemos la obligación moral de aplicar nuestros conocimientos y destrezas, aplicando la psicología de la educación, para tender otro tipo de puentes de colaboración, ya sea con actividades de grupo, investigaciones socio-familiares, reuniones y charlas informativas, jornadas de puertas abiertas, actividades extraescolares de participación familiar, juegos, o cualquier otra cosa que se nos ocurra.

De la buena relación y la estrecha colaboración entre familia y escuela depende el avance y enriquecimiento del sistema educativo en general.

2 comentarios:

  1. Por lo tanto, y me hago eco de vuestras palabras "la colaboración entre familia y escuela no sólo es necesaria para la consecución de las metas –educar a los niños al tiempo que darles una formación académica--, sino que es imprescindible". Muy buenas ideas y reflexión la que nos transmitís aquí.
    Saludos
    SARA

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  2. Totalmente de acuerdo, si no colaboramos los unos con los otros, no hay continuidad del aprendizaje que se ejerce tanto en uno como en otro lado, o lo hay pero no el totalmente necesario

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